miércoles, 7 de diciembre de 2011

El mito de Ulises del siglo XXI

LA DESGRACIA DE PENÉLOPE


Mientras Penélope pensaba en él,
mientras se preguntaba
qué sería de su amado,
él corría mil peligros,
penurias e incertidumbres.
Ella, aún creía en su regreso,
que llegaría y se verían pronto.
La hermosa flor de loto,
pronto surtió efecto entre los soldados,
y pronto se tornaron amnésicos,
olvidandando Ítaca por completo,
afortunadamente,
Ulises los salvó,
y volvieron a recordar su patria,
con cariño y nostalgia.
Llegan a tierra,
y con el lobo Polifemo se encuentran.
Aúlla, estremece a todos sus compañeros,
y el lobo con sus profundos ojos los asusta.
Entonces, Ulises recuerda
que guardaba un mechero en el bolsillo,
y lo saca, para poder dar caza a la fiera
Con sumo cuidado, se acerca a él,
y éste, al ver el colorado fuego,
no le queda más, que salir corriendo.
Ocurrieron muchos más percances,
Unos, graves,
otros, irrelevantes.
Eolo, el jefe de Alcaeda,
les tendió una trampa,
en vez de agua fresca,
una bomba explotó.
Pronto llegarían a la isla de Ea,
con la maga Circe se encontrarían,
no estaba bien
de la cabeza,
era una bruja maléfica.
Un buen día, en tanto que
Ulises y los otros
jugaban a las cartas en el bar,
y pedían aquellos deliciosos cafés,
la camarera, les dio veneno,
y lo bebieron.
Empezaron a enfermar,
uno tras otro,
hasta que Ulises encontró
el antídoto idóneo.
Lo había hecho un viejo de la isla,
con unas gotas de mercurio
y unas hierbas prohibidas.
Tras este desastre,
se dirigen hacia la siguiente isla,
deseando que el viaje se acabe.
Llegan a un gran burdel,
lleno de música, alcohol y placer.
Nadie puede reprimirse,
ni el gran Ulises,
que ya no recuerda a Penélope;
tantas cosas han acontecido,
a tantos peligros ha sobrevivido…
sabe que será difícil volver a verla,
volver a sentirla y acariciarla.
Así que, ya no se lo piensa más;
no puede hacer nada
contra aquellos perfectos cuerpos,
aquellos encantos secretos
de las señoritas del burdel.
Se deja llevar,
y piensa:
“Penélope tampoco me recordará”
no tengo más que pensar...
Pero, el enredo de aquella bella mujer,
no fue cuestión de un día, ni de dos,
continuaron viéndose cada amanecer,
enamorados, desbordando pasión.
Pasaron varias semanas:
los compañeros del héroe,
se despidieron de sus muchachas,
y dijeron a Ulises, que debían volver,
que Ítaca era su lugar.
Pero éste se negó,
no deseaba abandonar
el amor tan especial,
que compartía con aquella diosa,
que le hacía feliz.
Un buen soldado,
se compadeció de Penélope,
le dijo que pronto llegarían,
a través de un sms que le envió;
aunque poco crédito le quedaba,
quiso gastarlo para contentar
a la bella dama.
Cuando Penélope recibió el mensaje ,
se hartó de impaciencia,
y decidió saciar su dolor;
se precipitó a escapar de Ítaca,
con su hijo Telémaco,
en busca de su verdadero amor.
El soldado le dijo dónde se encontraba,
a pesar de que sabía
lo que pasaría si Penélope daba con él.
Pero la conocía bien,
y sabía que no se rendiría,
que no pararía hasta encontrarle.
Así pues, Penélope
programó su ansiado viaje,
cogerían un avión, después un barco hacia la isla
y no llevarían mucho equipaje.
Además, reservó también
billetes de vuelta a Ítaca,
para que Ulises descansara bien
durante su dulce vuelta.
Fue un largo y cansado vuelo,
pero se había escabullido de los pretendientes,
ya no tenía porque aguantarlos,
ni soportar sus amenazas constantes.
Por fin, aterrizaron con éxito,
cogieron sus maletas
y se dirigieron hacia el barco.
Subieron,
y ya acomodados,
la dama reparó en el capitán
que le recogió el pasaje,
se quedó absorta, entumecida,
cuando descubrió que se trataba
de un antiguo romance.
Ella lo despreció sin reparos
y tenía serias dudas,
acerca de si este la había olvidado.
Cordialmente se saludaron,
no hubo más percances,
hasta que un día,
ocurrió el desastre.
Mientras ella se dirigía al baño,
para retocarse el maquillaje,
Zeus, el capitán,
la cogió bruscamente,
y para que no huyera,
la encerró en las bodegas.
Violentamente,
después, le gritó:
“si no me hubieras abandonado,
cuando más te necesitaba,
no te hubiera encerrado.
Pero tuviste que hacerme daño,
dejándome muy solo,
escapándote con el otro.”
Entonces, Penélope,
intenta inútilmente persuadirlo:
“Sabes, que en un tiempo,
muy felices fuimos,
y mucho te quise,
pero se acabó.
Yo no fui la culpable Zeus,
es el tiempo,
que todo lo destruye.
Así que libérame ahora,
debo ir a buscar a Telémaco.”
“No lo verás nunca,
de aquí no saldrás jamás,
no puedo permitirlo.”
Penélope,
entre su asustado silencio,
escuchó como Zeus
subía, sin dejar rastro.
De esta manera,
con el alma en pedazos,
pensó en lo que éste le advirtiera.
Allí dentro estuvo,
casi sin alimentos,
durante muchos días,
en los que nada tuvo:
ni a su hijo,
ni a su marido.
Lo que sí sentía,
era la desesperación,
esa preocupación continua,
que le opresaba el corazón.
Pero un día,
alguien abre la puerta:
oh,¡ qué alegría,
qué profunda emoción!
Entonces, Penélope,
observó la cara de aquella heroína,
a la que casi le da un síncope,
por ver a la dama desfallecida.
Primero no está segura,
pero cuando ve,
quién se encuentra detrás de esta señora,
respira aliviada y tranquila.
Telémaco llora, abrazado a su madre,
entonces la señora le explica,
que antes, había sido su suegra.
Le dice que no se asuste,
que ella la librará de su hijo,
esta noche mismo.
Primero, la alimenta,
y luego le explica
lo que tienen que hacer.
Mientras Zeus duerme,
saldrán de este barco,
y en otro embarcarán.
Cuándo él despierte,
Su padre le contará
que Penélope ha muerto por enfermedad,
Y que ya ha tirado su cuerpo al mar.
Sin más espera,
realizan el fatídico plan,
y en menos de cinco horas,
ya se encuentran en la isla
que de la tristeza la salvará.
Allí Ulises estará esperándola,
lleno de amor, al igual que ella.
Cuando bajan del barco,
le da mil gracias a la señora,
le dice que nunca la olvidará
que es su ángel de la guarda.
Bajan, y caminan buscando,
aquel antiguo hotel,
donde le dijo el soldado,
que estarían alojados.
Pregunta a los habitantes,
pero no les aclara nada,
aún así, no se rinden sus pies,
y siguen caminando sobre la tierra mojada.
Pero de pronto, Telémaco
le dice, que ha avistado humo,
y entonces Penélope
toma aliento.
Corren velozmente hacia él,
Siguiendo esa única esperanza.
Llegan, y observa a todos los compañeros,
pero el suyo, Ulises, destaca,
aunque no precisamente,
como Penélope esperaba.
Se aproxima más y más,
y sus ojos no dan crédito.
No quiere ver lo que está viendo,
no quiere huír,
quiere que se la lleve el viento.
Ulises, está con otra dama,
que no es Penélope,
que no es su mujer,
sino otra vulgar señorita.
La besa, como antes,
la había besado a ella,
y eso, le destrozaba el alma.
Por eso, su corazón no pudo más,
y estalló en aquel momento,
sin dejarla respirar.
Calló al suelo,
herida, llena de dolor,
los soldados, la socorrieron,
pero Ulises ni se percató.
Nadie pudo hacer nada,
su vida se apagó
a causa de su Ulises,
por el que tanto ella luchó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario