miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ulises y las Sirenas

El mito de Ulises nos ofrece ricos simbolismos espirituales y  el pasaje de Ulises y las Sirenas está en parte relacionado con la lucha del ser humano en el campo astral.

El canto de las sirenas, representa en la mitología antigua; el poder del espejismo y el hechizo para apartar al hombre de su ruta. Los marineros, al escuchar el seductor y encandilador canto de estas criaturas marinas, caían en un estado abrumador que les hacía estrellar su navío contra los arrecifes y así naufragar.

Ulises, advertido del peligro de este seductor canto, pide a sus marineros que le aten al mástil del barco, habiendo antes colocado en los oídos de sus marinos tapones de cera que prevengan a estos de escuchar el hechizante llamado. Ulises permanece fijo en su propósito al atravesar la zona de peligro, puede ver y escuchar, y sin embargo no puede moverse ni sus hombres escuchan su pedido de desatarlo en momentos de tribulación y tentación.

Ulises bien podría simbolizar aquí la experiencia del hombre en la cruz fija, la voluntad inconmovible ante los movimientos de la forma. Es de destacar que es Ulises quien pide a sus marinos que le aten, por propia voluntad... aquí los marinos pueden ser asimilados a los elementales inferiores que constituyen la personalidad, sus oídos están sellados a las voces del espejismo, sólo es el Capitán del barco. Ulises puede ver y oír, pero se ha aferrado por propia voluntad a la determinación de llegar a destino y atravesar el campo de la bruma y la seducción astral. Hay un fuerte sentido de:

 "Como alma trabajo en la luz, y la oscuridad no puede afectarme.

Permanezco en la luz.

Trabajo, y de allí no me muevo"..

A pesar de la actitud acechante de las sirenas, de su encantador e hipnótico susurro, Ulises mantiene su mirada hacia delante, está crucificado en su propósito, FIJO, por sobre las aguas.  Nada impedirá que Ulises llegue a su destino, nada le desviará de su Ítaca.

"En La Cruz Fija o del Cristo Crucificado el ser humano ya no responde ciegamente y se convierte, en virtud de la disciplina de las vidas elementarias, en discípulo. Esa intención fija e inamovible trae como consecuencia la crucifixión de la naturaleza inferior y la resurrección a la realidad del alma. Se rebasa gradualmente la libertad que lo condiciona en la cruz mutable para permanecer en la disciplina liberadora de la cruz fija." (Dimensiones de la Soledad- Las Tres cruces- El Aleph)



Ulises y las sirenas, grabado del siglo XIX según una vasija griega antigua (París, Biblioteca de Artes Decorativas). Aquí las sirenas son criaturas mitad pájaros y mitad humanas y no monstruos acuáticos

Glog

martes, 13 de diciembre de 2011

Comentario literario-cultural sobre algunos poemas de Ulises

CARLOS CLEMENTSON (Córdoba, 1944)
El viajero
Ha venido esta noche.
El perro había ladrado por un rato en la sombra,
y luego extrañamente se calló en el silencio.
Pobre y casi desnudo, el mar había labrado
hondos surcos de tiempo sobre su enjuto rostro
de marino o pastor, quemado por los soles,
y dejado en sus párpados un rojor de salitre.
Nadie le conocía. Quizá estuviera loco.
En su delirio hablaba de sirenas y monstruos
de un solo ojo enorme, de héroes y de naufragios,
de aventuras horribles en las que él tuvo parte.
Decía que en un tiempo él fue rey de esta isla.
Aquí ni a los más viejos les sonaba su nombre.
Quizá no fuera nadie:
el viento que del mar sopla en las largas noches.
Se ha vuelto con las sombras.

Este poema, como algunos otros de la antología trata del olvido, del paso del tiempo y sus consecuencias. Nos habla del regreso de Ulises a la patria que ya no le reconoce y que lo toma por loco. Es una interpretación pesimista y realista del mito, que no tiene un final feliz. Podría relacionarse con una vieja copla de Concha Piquer titulada: Tatuaje. El personaje femenino, conoció un día a un extranjero que llegó en un barco y con el que tuvo una historia de amor, tuvo que retornar y la amada siguió esperando en vano su regreso.




TERESA ORTIZ (Madrid, 1950)
Ítaca
Tal como prometió ha vuelto el rey de Ítaca.
Ha sido un largo viaje.
Por ti desafié la ira de los dioses.
Atrás quedaron tierras, caricias de otros brazos.
La música más bella que un mortal escuchara.
Hoy brilla el mismo sol en este hermoso cielo
que iluminó violento los días de mi dicha.
Bajo él vi muchachos que luego fueron hombres.
- Ambición y codicia cambiaron sus miradas
como cambian al mar el viento y las tormentas.-
Y aunque rogué a los dioses no ver esta mañana
de nada me ha servido.
Cumplido he mi destino: de mi astucia y mi fuerza
guardarán fiel recuerdo los hombres y los mares.
Todo valió la pena pues me esperaba Ítaca.
Mas Ítaca eras tú, mi prudente Penélope
que guardaste mi casa, defendiste mi hacienda.
Quien osó despojarnos lo pagó con la vida.
Al igual que esta tierra he sido sólo un sueño.
Demoré cuanto pude tu estancia lejos de ella.
Yo fui Circe, Nausícaa… Ítaca no existió.
Tu vuelta me condena, al reino de las sombras.
Muertos los pretendientes ya todo es como antes.
Nada importa si el tiempo dejó huella en tu rostro.
Para mí serás siempre aquella que me espera,
tejiendo mi regreso.
¿Los pretendientes, dices?… Soy demasiado vieja.
Casi no te recuerdo y nunca esperé a un héroe.
Sí, mi nombre es Penélope.



Este poema, se centra también en el olvido, pero más concretamente al olvido de Penélope y no al de toda su patria en general. La autora le aporta al poema un toque feminista. Primero, Ulises le dice a Penélope lo mal que lo ha pasado en la guerra, pero también se muestra satisfecho ante sus hazañas heroicas. Después, se muestra agradecido a Penélope, se convence de que todo ya es igual que antes, que pese a la huella que dejó su rostro, nada ha cambiado. A pesar de esto, Penélope lo rechaza orgullosa, pues no lo recuerda. Este, es el matiz feminista del poema.
Los sentimientos de Ulises ante un amor pasado y que la ausencia convirtió en olvido, podemos relacionarlos con el poema XX de Pablo Neruda de la obra “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”; cuando dice aquello de:
“ es tan corto el amor y tan largo el olvido
porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.”

También puede relacionarse con las aventuras de “Simbad el marino” por los peligros y adversidades que el personaje tuvo que pasar.



FEDERICO J. SILVA (Las Palmas, 1963)
mensaje en una botella
no regreso penélope
no vuelvo a ti
amada en otro tiempo penélope
a tu fatal hilado
a tu devanar infernal
aquí me trajo el viento
benévolo y el oleaje
de los dioses indulgentes
aquí de nada carezco
lo que te di tuyo es
aquí ungido me veo por aceite
y con perfumadas vestiduras
aquí me dan palabra
de inmortalidad juventud
purpúreo néctar ambrosía
mejor café
ella divina entre las diosas
de elevado espíritu
superior a ti en semblante
y en su talle
me lleva a sus ocultos aposentos
me introduce en la profunda cueva
encontramos en el amor contentamiento
y no padezco soledad de ti.

En este otro poema, Ulises escribe una carta a Penélope dentro de una botella en la que le dice que no regresará. La versión que nos ofrece del mito es la de “viaje como placer”. Le comunica que la amado en un tiempo, pero ya no la echa de menos, allí dónde se encuentra nada le falta, todo es maravilloso, y tiene a otra mujer, que la supera y que hace que ya no se padezca por no estar con Penélope. Si lo analizamos, este poema es totalmente contrario al anterior, es una versión machista, en la que el hombre rechaza a su mujer porque ya tiene a otra, que es mejor. Además rechaza también a su hijo Telémaco, cuando dice que “lo que te di tuyo es”, que a él eso ya nada le importa. Este poema podríamos vincularlo con la obra de teatro: “¿Por qué corres, Ulises?”, escrita por Antonio Gala, en 1974. El argumento de la obra coincide por un momento con el tema del poema ya que en la representación Ulises tampoco quiere regresar, porque tiene a su amante Nausica y no necesita a Penélope. Sin embargo, la diferencia está en que en la obra, finalmente Ulises decide regresar, y tiene conflictos con Penélope. Además, existe una película americana que también se llama “Mensaje en una botella”, dirigida por Luis Mandoki, estrenada en 1999.




En cuanto al ámbito musical, podemos destacar la famosísima canción de The Police, “message in a bottle”.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Textos influenciados por el mito de Ulises

Odiseo parece pervivir bajo otros nombres y disfraces en muy diversos, fabulosos y taimados viajeros en la literatura universal. Algo de él hay en Eneas, en Simbad, en Cyrano, en Gulliver, y en Leopold Bloom, invocado como "Ulises" en el título de la novela de Joyce.



 En el espléndido texto dramatizado de Derek Walcott del relato irónico y también dramatizado de Margaret Atwood, donde las quejas del coro de las esclavas muertas alterna con los sarcásticos recuerdos de la sagaz Penélope, ya en las sombras del Hades. Tanto el poeta Walcott (que ya demostró en su magnífico Omeros su fervor hondo hacia los poemas del patriarca de la épica griega) como la gran novelista canadiense son dos grandes escritores. Ambos textos reflejan una admirable relectura del texto homérico, con más poesía el primero, con mayor ironía el segundo.
Son incontables los ecos de Ulises y otros personajes familiares odiseicos en la poesía española reciente. Algunos de los más notables poemas sobre temas y figuras de la Odisea en estos últimos años quedan recogidos en la excelente antología titulada Orfeo XXI, que demuestra que Ulises sigue siendo el héroe mítico más evocado, después de Orfeo, en la lírica actual de referencias clásicas. El ensayo inicial de Conde Parrado: 'Ecos de Homero en el discurso poético contemporáneo' analiza bien esas reiteradas evocaciones, unas veces nostálgicas, otras más bien irónicas. (Nostalgia e ironía son los dos acentos inevitables de la mirada moderna sobre el mundo de los mitos antiguos). Si queremos destacar la más memorable y puntual obra poética sobre las figuras y escenas del poema homérico, debemos citar el meditado y sensitivo libro -veinte poemas breves de sabor clásico y elegantes y austeras formas- de Jacinto Herrero Esteban, La herida de Odiseo , también se puede destacar el de Agusti Bartra, Odiseo, de cuya primera edición castellana (México, Tezontle,1955; la versión catalana original se publicó dos años antes) se cumple ahora medio Siglo, y el más reciente de Antonio Prieto, El ciego de Quios (Barcelona, Seix-Barral,1996). Por encima de algún otro texto –como el bien conocido de Alvaro Cunqueiro,Las mocedades de Ulises, de 19702–, también el poema de Xose María Díaz Castro, «Penélope» o el de Francisco Álvarez Hidalgo, «Penélope» que se citan a continuación:

Penélope - Xose María Díaz Castro

Un paso adiante i outro atrás, Galiza,
i a tea dos teus soños non se move.
A espranza nos teus ollos se esperguiza.
Aran os bois e chove.

Un bruar de navíos moi lonxanos
che estrolla o sono mol coma unha uva.
Pro ti envólveste en sabas de mil anos,
i en sonos volves a escoítar a chuva.

Traquerán os camiños algún día
a xente que levaron. Deus é o mesmo.
Suco vai, suco vén, Xesús Maria!,
e toda cousa ha de pagar seu desmo.

Desorballando os prados coma sono,
o tempo vai de Parga a Pastoriza.
Vaíse enterrando, suco a suco, o outono.
Un paso adiante i outro atrás, Galiza!




Penélope - Francisco Álvarez Hidalgo

¿Dónde estarás, amor? ¿Qué extraños mares
surcas bajo la cólera violenta
de vengativos dioses, mientras lenta
cada noche acentúa mis pesares?
Me siento extraña en nuestros propios lares,
sujeta a las presiones y a la afrenta
de cada advenedizo, que acrecienta
su ambición entre copas y cantares.
No tardes, apresura tu regreso,
que se me ha helado ya el último beso,
y mi cuerpo ha olvidado tu calor.
Que estoy, como el fiel Argos, desvalida,
ciega y sorda sin ti, casi sin vida,
pero guardando incólume mi amor.

En las recreaciones modernas se suele acentuar el aspecto aventurero de Ulises, ese viajero de infinita inquietud que aparece ardiendo en el Infierno de Dante (que, desde luego, no conocía el poema de Homero) y en el poema romántico de Tennyson, y en el torrencial poema de Katsantsakis.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El mito de Ulises del siglo XXI

LA DESGRACIA DE PENÉLOPE


Mientras Penélope pensaba en él,
mientras se preguntaba
qué sería de su amado,
él corría mil peligros,
penurias e incertidumbres.
Ella, aún creía en su regreso,
que llegaría y se verían pronto.
La hermosa flor de loto,
pronto surtió efecto entre los soldados,
y pronto se tornaron amnésicos,
olvidandando Ítaca por completo,
afortunadamente,
Ulises los salvó,
y volvieron a recordar su patria,
con cariño y nostalgia.
Llegan a tierra,
y con el lobo Polifemo se encuentran.
Aúlla, estremece a todos sus compañeros,
y el lobo con sus profundos ojos los asusta.
Entonces, Ulises recuerda
que guardaba un mechero en el bolsillo,
y lo saca, para poder dar caza a la fiera
Con sumo cuidado, se acerca a él,
y éste, al ver el colorado fuego,
no le queda más, que salir corriendo.
Ocurrieron muchos más percances,
Unos, graves,
otros, irrelevantes.
Eolo, el jefe de Alcaeda,
les tendió una trampa,
en vez de agua fresca,
una bomba explotó.
Pronto llegarían a la isla de Ea,
con la maga Circe se encontrarían,
no estaba bien
de la cabeza,
era una bruja maléfica.
Un buen día, en tanto que
Ulises y los otros
jugaban a las cartas en el bar,
y pedían aquellos deliciosos cafés,
la camarera, les dio veneno,
y lo bebieron.
Empezaron a enfermar,
uno tras otro,
hasta que Ulises encontró
el antídoto idóneo.
Lo había hecho un viejo de la isla,
con unas gotas de mercurio
y unas hierbas prohibidas.
Tras este desastre,
se dirigen hacia la siguiente isla,
deseando que el viaje se acabe.
Llegan a un gran burdel,
lleno de música, alcohol y placer.
Nadie puede reprimirse,
ni el gran Ulises,
que ya no recuerda a Penélope;
tantas cosas han acontecido,
a tantos peligros ha sobrevivido…
sabe que será difícil volver a verla,
volver a sentirla y acariciarla.
Así que, ya no se lo piensa más;
no puede hacer nada
contra aquellos perfectos cuerpos,
aquellos encantos secretos
de las señoritas del burdel.
Se deja llevar,
y piensa:
“Penélope tampoco me recordará”
no tengo más que pensar...
Pero, el enredo de aquella bella mujer,
no fue cuestión de un día, ni de dos,
continuaron viéndose cada amanecer,
enamorados, desbordando pasión.
Pasaron varias semanas:
los compañeros del héroe,
se despidieron de sus muchachas,
y dijeron a Ulises, que debían volver,
que Ítaca era su lugar.
Pero éste se negó,
no deseaba abandonar
el amor tan especial,
que compartía con aquella diosa,
que le hacía feliz.
Un buen soldado,
se compadeció de Penélope,
le dijo que pronto llegarían,
a través de un sms que le envió;
aunque poco crédito le quedaba,
quiso gastarlo para contentar
a la bella dama.
Cuando Penélope recibió el mensaje ,
se hartó de impaciencia,
y decidió saciar su dolor;
se precipitó a escapar de Ítaca,
con su hijo Telémaco,
en busca de su verdadero amor.
El soldado le dijo dónde se encontraba,
a pesar de que sabía
lo que pasaría si Penélope daba con él.
Pero la conocía bien,
y sabía que no se rendiría,
que no pararía hasta encontrarle.
Así pues, Penélope
programó su ansiado viaje,
cogerían un avión, después un barco hacia la isla
y no llevarían mucho equipaje.
Además, reservó también
billetes de vuelta a Ítaca,
para que Ulises descansara bien
durante su dulce vuelta.
Fue un largo y cansado vuelo,
pero se había escabullido de los pretendientes,
ya no tenía porque aguantarlos,
ni soportar sus amenazas constantes.
Por fin, aterrizaron con éxito,
cogieron sus maletas
y se dirigieron hacia el barco.
Subieron,
y ya acomodados,
la dama reparó en el capitán
que le recogió el pasaje,
se quedó absorta, entumecida,
cuando descubrió que se trataba
de un antiguo romance.
Ella lo despreció sin reparos
y tenía serias dudas,
acerca de si este la había olvidado.
Cordialmente se saludaron,
no hubo más percances,
hasta que un día,
ocurrió el desastre.
Mientras ella se dirigía al baño,
para retocarse el maquillaje,
Zeus, el capitán,
la cogió bruscamente,
y para que no huyera,
la encerró en las bodegas.
Violentamente,
después, le gritó:
“si no me hubieras abandonado,
cuando más te necesitaba,
no te hubiera encerrado.
Pero tuviste que hacerme daño,
dejándome muy solo,
escapándote con el otro.”
Entonces, Penélope,
intenta inútilmente persuadirlo:
“Sabes, que en un tiempo,
muy felices fuimos,
y mucho te quise,
pero se acabó.
Yo no fui la culpable Zeus,
es el tiempo,
que todo lo destruye.
Así que libérame ahora,
debo ir a buscar a Telémaco.”
“No lo verás nunca,
de aquí no saldrás jamás,
no puedo permitirlo.”
Penélope,
entre su asustado silencio,
escuchó como Zeus
subía, sin dejar rastro.
De esta manera,
con el alma en pedazos,
pensó en lo que éste le advirtiera.
Allí dentro estuvo,
casi sin alimentos,
durante muchos días,
en los que nada tuvo:
ni a su hijo,
ni a su marido.
Lo que sí sentía,
era la desesperación,
esa preocupación continua,
que le opresaba el corazón.
Pero un día,
alguien abre la puerta:
oh,¡ qué alegría,
qué profunda emoción!
Entonces, Penélope,
observó la cara de aquella heroína,
a la que casi le da un síncope,
por ver a la dama desfallecida.
Primero no está segura,
pero cuando ve,
quién se encuentra detrás de esta señora,
respira aliviada y tranquila.
Telémaco llora, abrazado a su madre,
entonces la señora le explica,
que antes, había sido su suegra.
Le dice que no se asuste,
que ella la librará de su hijo,
esta noche mismo.
Primero, la alimenta,
y luego le explica
lo que tienen que hacer.
Mientras Zeus duerme,
saldrán de este barco,
y en otro embarcarán.
Cuándo él despierte,
Su padre le contará
que Penélope ha muerto por enfermedad,
Y que ya ha tirado su cuerpo al mar.
Sin más espera,
realizan el fatídico plan,
y en menos de cinco horas,
ya se encuentran en la isla
que de la tristeza la salvará.
Allí Ulises estará esperándola,
lleno de amor, al igual que ella.
Cuando bajan del barco,
le da mil gracias a la señora,
le dice que nunca la olvidará
que es su ángel de la guarda.
Bajan, y caminan buscando,
aquel antiguo hotel,
donde le dijo el soldado,
que estarían alojados.
Pregunta a los habitantes,
pero no les aclara nada,
aún así, no se rinden sus pies,
y siguen caminando sobre la tierra mojada.
Pero de pronto, Telémaco
le dice, que ha avistado humo,
y entonces Penélope
toma aliento.
Corren velozmente hacia él,
Siguiendo esa única esperanza.
Llegan, y observa a todos los compañeros,
pero el suyo, Ulises, destaca,
aunque no precisamente,
como Penélope esperaba.
Se aproxima más y más,
y sus ojos no dan crédito.
No quiere ver lo que está viendo,
no quiere huír,
quiere que se la lleve el viento.
Ulises, está con otra dama,
que no es Penélope,
que no es su mujer,
sino otra vulgar señorita.
La besa, como antes,
la había besado a ella,
y eso, le destrozaba el alma.
Por eso, su corazón no pudo más,
y estalló en aquel momento,
sin dejarla respirar.
Calló al suelo,
herida, llena de dolor,
los soldados, la socorrieron,
pero Ulises ni se percató.
Nadie pudo hacer nada,
su vida se apagó
a causa de su Ulises,
por el que tanto ella luchó.

Canciones actuales sobre el mito



En esta canción de Joan Manuel Serrat, "Penélope", recrea el mito de Penélope en versión moderna y escoge una estación de tren como escenario. La protagonista de esta poesía detiene su vida en el momento de la despedida de su amado y domingo a domingo va a esperarlo, sentada en el mismo banco del mismo andén y con la misma melancolía.
El cantautor establece un símil entre la tejedora real del mito, y la tejedora de sueños de la canción. Al final, el amante regresa, pero Penélope, que permaneció anclada en la imagen del pasado, no lo reconoce, y le dice que no es él a quién ella espera.
Se han hecho muchas otras versiones de esta canción, las más conocidas, por parte de Joaquín Sabina y Miguel Ríos.

Además de esta, Serrat ha compuesto otra canción, o más bien, un poema musicado, sobre el mito, llamada: "Viaje a Ítaca":









Existe otra canción, que también podemos vincular con la soledad de Penélope, aunque no está directamente relacionada con ella. Se trata de "En el muelle de San Blas", del grupo mejicano, Maná. La situación de la mujer de la canción es igual a la Penélope, se queda sola, porque su amante la deja, y le jura que volverá. En este caso, él la despide en el puerto, y ella se queda allí esperándole eternamente, con el mismo vestido. Envejece, se vuelve loca, pero permanece en el puerto sin moverse, con esperanzas de que vuelva. Podríamos establecer un símil entre, los cangrejos, en la canción, y los pretendientes, en el mito, que le arrebatan su ilusión.



En este poema musicado de Javier Krahe, se cuenta de una forma amena y divertida el mito de Ulises. Primero, el poeta se compara con el personaje del mito y se dispone a contar su historia. Cuenta las aventuras amorosas de Ulises con la Maga, las Sirenas, su encuentro con el cíclope Polifemo, etc. Cuando el héroe llega a Ítaca Penélope está casada con otro pretendiente, que se ha hecho ya cargo de Telémaco. Ulises ya no es nada en su vida. Es una versión más actualizada del mito, no sólo por su final, sino también por el lenguaje de la canción: hay momentos en los que el poeta utiliza un registro coloquial que observamos cuando dice “Linda princesa Feacia, a quién traté en plan colega” o también en la oración: “Penélope y el crío”.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Personajes, temas, motivos del mito de Ulises y resumen de la historia.

Los personajes principales del mito de Ulises son: Penélope, su mujer: esperanzadora, enamorada y constante; su hijo Telémaco, que le ayuda a que la gente lo reconozca cuando llega a Ítaca; y sus padres, Liartes y Anticlea. Su madre muere mientras Odiseo se encuentra en la guerra de Troya. También existen otros personajes secundarios, que son los que luchan contra Odiseo en su regreso a Ítaca.

El mito de Ulises, es uno de los más complejos de la historia griega, que engloba varios temas, como por ejemplo la extraordinaria valentía de Odiseo frente a todos los peligros y su gran fuerza moral para haber aguantado tanto lejos de su tierra y su mujer. También destacan en esta historia la humanidad, ya que todos los personajes sufren, son víctimas de la soledad, y tienen que superar varios retos para conseguir lo que desean. Además, hay que destacar la fidelidad que Penélope le demuestra a Ulises durante toda la historia.

La intervención de Odiseo en la Guerra de Troya fue decisiva ya que fue suya la idea del Caballo de Troya. Sus aventuras durante el viaje de regreso y su llegada al país natal forman La Odisea, la segunda de las dos obras inmortales de Homero. Durante este intrépido viaje se ve obligado a superar varios obstáculos:

• Su lucha contra los Ciclones, donde pierde a setenta y dos de sus compañeros .

• Su aventura en la tierra de los latófagos.Aquí,quienes se alimentaban de la flor de loto perdían la memoria; algunos de los navegantes olvidaron su patria. Finalmente, Odiseo consiguió que los marineros volviesen a sus embarcaciones, para seguir rumbo a Ítaca.

• Su encuentro con el cíclope Polifemo, al que Ulises derrota quitándole su único ojo.

• El guardián de los vientos al partir le entrega una bolsa de cuero en la que se hallaban encerrados todos los vientos, con excepción del benéfico Oeste, para que los lleve en nueve días a la costa de Ítaca. Mientras Odiseo descansa, sus compañeros abren la bolsa creyendo que contenía un tesoro y los vientos escapan. Arrastrados por la corriente, llegan de nuevo a la isla de Eolo, quien los echa indignado por considerarlos enemigos de los dioses.

• Al llegar a Telepilo, el rey de Anfitrite y sus lestrigones, caníbales de descomunal estatura, destrozan once de sus naves.

• En la isla de Ea, la maga Circe convierte en cerdos a parte de la tripulación de su nave, pero el héroe, con la ayuda de Mercurio, la obliga a devolverles su forma humana.

• La forma de cómo consiguió hacerse invulnerable al canto de las sirenas, que hacía que muchos barcos naufragaran.

• La llegada a la isla de los Feaceos y su encuentro con Nausica.

Odiseo llega por fin a Ítaca, y se encuentra con que más de un centenar de jóvenes de la nobleza de Ítaca y de las islas vecinas se habían presentado como pretendientes a la mano de la hermosa Penélope; habían perseguido a Telémaco, hijo de Odiseo, que ahora ya era un hombre, y derrochaban los bienes del ausente soberano.
Penélope para retrasar la elección del pretendiente, fijó un plazo que consistía en acabar de tejer un abrigo para su suegro, que destejía por las noches. Una criada se lo reveló a sus pretendientes y Penélope prometió que elegiría a aquel que triunfara en un concurso de tiro de arco.
Odiseo, disfrazado por la diosa Minerva de mendigo, el día anterior al concurso llega a la isla. Acude a la cabaña del pastor Eumeo, quien lo recibe hospitalariamente, aunque sin reconocerlo. La misma diosa hace que Telémaco, el hijo de Odiseo, se reúna con su padre en el mismo sitio y ambos planean la venganza contra los pretendientes.
En un disfraz de mendigo se presenta Odiseo en su casa, donde con gran dominio de si mismo contiene su ira ante la arrogancia de los pretendientes, quienes lo trataban con el mayor desprecio.
Al siguiente día se realiza la prueba de tiro. Consiste la misma en disparar, a través de los mangos de doce hachas, con el arco de Odiseo. Ninguno de los pretendientes es capaz de doblar el arco y Odiseo ante el asombro de todos, realiza la proeza. Ayudado por Telémaco, Eufemo,otro pastor y la alentadora presencia de Minerva, atraviesa con sus flechas a los asombrados pretendientes.
Logrado su triunfo y dueño ya de su casa, Odiseo se da a conocer a Penélope, y visita a su anciano padre.

Descripción: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEja3XWuA6S5n40GtU5Cx-MH3nzQnWiNOwzbo8Qe72c_bpdWtx1LGfCWbwIyp7owDxIh5FKUxo9eeqL5htsv84SOGMfymmt4GsxKuddlpLl_fjlkCFan6BBrWpvHbGTfIED7xxcBzdBVzME/s320/descarga+%25282%2529.jpg



Poemas en los que se nombran algunos personajes:

BEATRIZ HERNANZ (Pontevedra, 1963)

Yo no puedo ver la extraña melancolía de tus manos.
- Quién le pone espuelas a la noche,
quién le roba los sueños al destino,
quién ofrece más heridas a la muerte -.

Penélope
trenza lenta un manantial de esperas,
convida al sueño con la sal de su silencio.
Y la piedra,
arrugada de quietudes,
condenada en la línea del horizonte,
dice aquí estoy, sola,
no me caben más caballos en el pecho.
Tal vez pronuncie su nombre,
intransigente, la marea.

Penélope,
con el suelo desolado,
inhabitable del reloj,
disfrazada de un galope de latidos,
ha huido.
Se abrió también la noche en sus manos de silencio.

ILYA U. TOPPER (Almería, 1972)

Ulises

Mito

Tuve una infancia bajo el sol de las hespérides
donde ningún hércules supo nunca llegar.
Fui príncipe y habitaba un palacio de cristal.
Vigilaban mis pasos las hijas del viejo océano
y con todos los dioses me tuteaba.

A la edad de oro y de la inocencia
aprendí a maldecir y quise conquistar Troya.
Me llamé Ulises y navegaba los mares
en pos de una isla flotante que siempre se desvanecía
y que llevaba el nombre extraño de Penélope.

Hoy me he refugiado en los fangos del oscuro Erídano
y aguardo la llamada del dios de la muerte.
No pagaré a Caronte, siempre he viajado de polizón
y la última moneda me la gasté en echar cara y cruz.
El río del olvido estoy dispuesto a cruzarlo a nado

JAVIER SALVAGO (Sevilla, 1950)

Ulises

Como cuando, de niño, volvía al internado
tras el sueño feliz y libre del verano,
se despierta cansado, de mal humor, con ese
viejo regusto a estafa. Desayuna y enciende,
entre molestas toses, el primer cigarrillo
—le hace daño, lo sabe, lo tiene prohibido,
pero se dice de algo hay que morir—. Qué importa
un poco de veneno más, si la vida es corta,
por mucho que se estire, y está ya envenenada.
La vida, este inútil trabajo, esta batalla
a muerte y sin descanso, que le obliga a lanzarse
un día más, sin ganas ni ilusión, a la calle.

Ante sí, otra mañana, calcada, repetida,
agobiante y penosa como una cuesta arriba,
que hay que salvar. Lo mira con desdén la portera.
Un vecino lo esquiva..., mejor. Mientras espera
el autobús o un taxi, le asalta la pregunta
de siempre, inevitable: «¿qué hago aquí?». Sin duda,
nada, o apenas nada que merezca el esfuerzo.
—Por momentos, envidia esa paz de los muertos.—
Se eterniza el camino en múltiples atascos
que son como la imagen a escala del gran caos
de este final de siglo, febril y cambalache,
que oculta sus miserias con elegantes trajes
y juguetes de lujo. Con fingido entusiasmo,
lo recibe un colega al llegar al despacho.
Se acomoda y reanuda el trabajo pendiente.
«A las doce —le anuncian— reunión con el jefe.»
Redactar un proyecto, escribir unas cuñas
para un nuevo producto de belleza, que nunca
podrá lograr que nadie sea más bello por dentro
ni más feliz, por más que nos prometa sueños.
El tedio de mentir, el asco de saberse
cómplice de este burdo rey Midas que convierte
en mercancía todo lo que tocan sus manos.
Mas el banco no espera —se cobra lo prestado,
con usura y con creces—. La trampa es tan grosera
que sueña echarse al monte, pero ya no es quien era.

Consulta su reloj. Entre una cosa y otra
—reuniones, proyectos— va llegando la hora
de comer. Se despide hasta luego. En un chino,
ante un plato de arroz tres delicias refrito
y una ensalada china, le sigue dando vueltas
al tema de la vida malgastada. Comprueba,
al apurar su taza de té, que es el segundo
paquete el que estrena. Total, la vida es humo.

Le queda tiempo aún para estirar las piernas
antes de proseguir. Un canto de sirenas
lo llama desde un cutre salón recreativo
y entra al trapo, sabiendo de sobra que es un timo.
Sólo para tentar su suerte o sentir algo,
un poco de emoción, como quien bebe un trago,
se deja seducir por una tragaperras
que, al cabo, le confirma que todo es una mierda.
En fin, otra razón de más, otro motivo
para pensar en serio en un remate digno,
pero la vida, astuta, sabe jugar sus cartas;
hacerle eso a su hijo sería una putada.
Hay que seguir. La tarde no ofrece nada nuevo:
proyectos, reuniones... En resumen, el tedio
de mentir, de saberse cómplice del mercado,
Polifemo insaciable que nos va devorando.
Sobre las nueve cierra su ordenador. Acaba,
hoy como ayer, un día idéntico a mañana.

Opta por desandar, paseando, el camino
de regreso. La noche lo tienta con sus brillos,
con sus archisabidas promesas, que desoye
porque, por experiencia, sabe ya lo que esconden.
Una atractiva joven se le acerca y le pide
fuego... Quizás podría..., pero no se decide
a dar el paso. No, no está para esos juegos
que exigen entusiasmo, dedicación y un cierto
grado de confianza en uno y en su hombría
—bastante quebrantada, sin moral, distraída
con otras obsesiones—. Cruza el centro, rumiando,
en soledad ruidosa, lo absurdo de su estado.
Mientras la juventud, en los bares de moda,
se agita y bulle, pasa pensando en otra época,
en noches de aventura y deseo, interminables;
sabía allí la vida a lo que ya no sabe.

Ensimismado y lejos de todo, con su exilio
interior, llega a casa, cansado. Ya su hijo
duerme. Le deja un beso en la frente y se queda
a su lado un instante. En el salón, lo espera
su mujer. Se saludan con frialdad. —Su rostro
presagia la tormenta; se masca mar de fondo.—
Sin apartar los ojos de su labor, pregunta,
seca: «¿Qué has hecho hoy?» En la tele se anuncia
la panacea de todos los males. Le responde:
«Trabajar.» Ella dice que eso ya lo supone,
«pero ¿en qué?». Demasiado... ¿Cómo contar la nada,
el tedio, la rutina, la relación forzada,
forzosa?... «¿No comprendes que me paso los días
sola, que necesito que llegues y me digas
que existo y que te importo?... Estoy sola, ¿lo entiendes?»
Lo entiende, pero ¿y ella? ¿Comprende que la gente
no acompaña?... Se lanzan mutuamente reproches,
como dos enemigos defienden posiciones
encontradas, se dicen lo que tal vez no sienten,
sólo por humillarse, sólo por defenderse.
Sin control, la tormenta va subiendo de tono,
gritan, se desesperan, se amenazan... Y todo
¿por qué?, se lo pregunta más tarde, cuando ella,
llorando, se retira a la cama. ¿No era
esto lo que esperaba todo el día, el momento
de regresar a casa, a su isla, a su centro,
olvidarse del mundo, de sus trampas y pompas,
cerrar la puerta a todo, al menos unas horas?

De mal humor, nervioso, enciende un cigarrillo,
el último. Se lava los dientes, cierra grifos
y cerrojos, se pone el pijama y se acuesta.
Ella nota su roce y se da media vuelta.
Bastaría decir perdona, mas ninguno
de los dos quiere dar por perdido ese pulso
—tendrían que sentirse culpables, para ello,
y no hay culpables, sólo víctimas del enredo—.
Como dos enemigos, con sus dos soledades
de espaldas, se vigilan por si acaso uno hace
un gesto que propicie el encuentro, el abrazo,
la paz que ambos desean..., pero esperan en vano.
Lo que llega es el sueño, como una dulce tregua
de libertad, el sueño, la muerte por entregas.

CARLOS CLEMENTSON (Córdoba, 1944)

El viajero

Ha venido esta noche.
El perro había ladrado por un rato en la sombra,
y luego extrañamente se calló en el silencio.

Pobre y casi desnudo, el mar había labrado
hondos surcos de tiempo sobre su enjuto rostro
de marino o pastor, quemado por los soles,
y dejado en sus párpados un rojor de salitre.

Nadie le conocía. Quizá estuviera loco.
En su delirio hablaba de sirenas y monstruos
de un solo ojo enorme, de héroes y de naufragios,

de aventuras horribles en las que él tuvo parte.

Decía que en un tiempo él fue rey de esta isla.

Aquí ni a los más viejos les sonaba su nombre.

Quizá no fuera nadie:
el viento que del mar sopla en las largas noches.

Se ha vuelto con las sombras.

TERESA ORTIZ (Madrid, 1950)

Ítaca

Tal como prometió ha vuelto el rey de Ítaca.
Ha sido un largo viaje.
Por ti desafié la ira de los dioses.
Atrás quedaron tierras, caricias de otros brazos.
La música más bella que un mortal escuchara.

Hoy brilla el mismo sol en este hermoso cielo
que iluminó violento los días de mi dicha.
Bajo él vi muchachos que luego fueron hombres.
- Ambición y codicia cambiaron sus miradas
como cambian al mar el viento y las tormentas.-
Y aunque rogué a los dioses no ver esta mañana
de nada me ha servido.

Cumplido he mi destino: de mi astucia y mi fuerza
guardarán fiel recuerdo los hombres y los mares.
Todo valió la pena pues me esperaba Ítaca.
Mas Ítaca eras tú, mi prudente Penélope
que guardaste mi casa, defendiste mi hacienda.
Quien osó despojarnos lo pagó con la vida.

Al igual que esta tierra he sido sólo un sueño.
Demoré cuanto pude tu estancia lejos de ella.
Yo fui Circe, Nausícaa… Ítaca no existió.
Tu vuelta me condena, al reino de las sombras.
Muertos los pretendientes ya todo es como antes.
Nada importa si el tiempo dejó huella en tu rostro.
Para mí serás siempre aquella que me espera,
tejiendo mi regreso.

¿Los pretendientes, dices?… Soy demasiado vieja.
Casi no te recuerdo y nunca esperé a un héroe.
Sí, mi nombre es Penélope.



Análisis literario sobre poemas de Penélope

En el primer poema de Francisca Aguirre,” El viento en Ítaca” se observa a una Penélope sumisa que acepta el paso del tiempo y se habitúa a la tristeza y a la costumbre.
Al contrario que en el mito, en el que Penélope a través del ingenio, cosiendo y descosiendo el sudario sin aceptar a sus pretendientes, sigue manteniendo la esperanza de que Ulises vuelva.
Se centra especialmente en su labor de costura a través de palabras como: manos, dedos … en el paso del tiempo muestra mediante metáforas como el “ Imperio de los días”. La tristeza y costumbre son reflejo del desánimo de esta.

En el texto de José Luis Puerto trata la actualización del mito manteniendo la ilusión y la esperanza como en la forma tradicional. La diferencia con el mito clásico es que acerca el texto al lector usando la primera persona del plural con el “somos” y actualizando la historia mediante el reflejo de las personas que esperan a su propio Ulises que representa el amor en los andenes del tren.

Por otro lado en el de Marina Aoiz, “Penélope y su mudanza” muestra una Penélope valiente e independiente que sigue tejiendo para ahuyentar a sus pretendientes. Habla sobre un Ulises al que da por muerto y lejos de apenarse se siente libre para enfrentarse a la vida sola; lo que contrasta con la Penélope tradicional que mantiene la esperanza y el deseo de que vuelva su marido porque no quiere estar sola pero tampoco quiere a ninguno de sus muchos pretendientes.

Este anhelo de libertad e independentismo se cita aquí:

“¡Al fin libre! Ya no espero nada.
Ni a nadie”

La diferencia entre los tres poemas es el carácter de Penélope, se muestra sumisa al aceptar el paso del tiempo en el “Viento de Ítaca”. En el de José Luis Puerto se actualiza el mito pero el carácter de esta sigue siendo tradicional y en el de “Penélope y su mudanza” muestra un carácter independiente y el ansia de ser libre sin tener que esperar a nadie.

Francesco Primaticcio- Penélope y Odiseo

Línea del tiempo